Desde la temporada pasada contamos con la firma de Mariano Aliaga, gran amigo y compañero. Y desde hoy mismo también contaremos con otra firma, Barquerito, muchas gracias.
Crónica de la corrida de Valdemorillo- BARQUERITO
Valdemorillo: 4ª de feria
Un pobre espectáculo
Pésima corrida de Antonio San Román. Gracia y pinturería de Curro Díaz en pasajes sueltos, una excelente estocada de Miguel Tendero, brevedad de Luis Bolívar
Valdemorillo (Madrid), 6 feb. (COLPISA, Barquerito)
Valdemorillo. 4ª de feria. Media plaza. Cubierta casi opaca. Luz eléctrica.
Seis toros de Antonio San Román. El tercero, sobrero. Corrida de puntas afiladas pero feas hechuras. Mansearon sin excepción los siete, de muy pobre condición.
Curro Díaz, de burdeos y oro, silencio y oreja tras un aviso. Luis Bolívar, de escarlata y oro, ovación y silencio. Miguel Tendero, de grana y oro, silencio y saludos.
UN POBRE espectáculo, una función larguísima, una muy mansa corrida de Antonio San Román. Ni siquiera el genio de la media casta clásica o del toro que se defiende agresivamente. Sino la mansedumbre del morucho corretón, trotón, distraído. Toros más de topar que embestir, de irse sueltos de engaños o sacudírselos sin codicia ni celo por ellos. Feas las bastas trazas de los toros, que fueron, con un sobrero de circo, no seis sino siete. De afiladas puntas casi todos. No descarados. Badanudos, frentudos, cuellicortos, panzones.
La cuerna insertada deformemente. Cabezas de buey. Una imagen decadente: falta de trapío, estampas de toros de plazas de carros o talanqueras. No llegó a salir ese toro que indefectiblemente le ha salvado otros años la cara al ganadero en Valdemorillo. Sueltos y en huida libre acudieron por su cuenta al caballo de pica para blandearse sin escupirse. Escarbó el primero, que, listo, se colaba por la mano diestra; estuvo rajado enseguida el segundo, muy afligido; salió inválido el tercero y, después de rodar en banderillas, fue devuelto; el sobrero, con aire de buey de carromato, se tenía mal en firme. El cuarto, dolido en el caballo, fue el único del envío con aire de toro de lidia; al quinto hubo que perseguirlo, y ni así. El sexto pegó cabezazos en viajes a regañadientes. La corrida de peor nota en Valdemorillo desde que en Valdemorillo empezaron a darse hace un cuarto de siglo toros en serio.
Carnes para el carnicero. Pintas variadas: tres toros sardos, uno burraco, tres negros mulatos. Todos, con goteras. Y, sin embargo, Luis Miguel Leiro le pegó al quinto un puyazo de premio por lo certero, por lo delicado y por su clasicismo. Picador de buena escuela. Curro Díaz salió ileso de una fea cogida tras artera colada del toro que rompió plaza y estuvo a punto de desmadejarlo. Del propio Curro de Linares fue la firma de los muletazos de garbo mayor: trincherazos, muletazos cambiados de castigo marcados abajo, naturales sueltos al hilo del pitón y librados en línea con gracioso trazo. La péquela y desordenada precipitación del toreo pinturero. Perdiendo y ganado pasos casi en el mismo acorde, Curro Díaz fue fiel a su música rasgada. Tiene partidarios. Le costó pasar con la espada en el primer turno: le faltó confianza, o le estaría esperando el toro.
Bolívar, que pretendió en vano abrir faena de largo con su primero, un toro aculado en tablas, le buscó las vueltas sin llegar a fijarlo. Cosas sueltas: dos estatuarios ajustados, listeza para aprovechar viajes también sueltos casi en oleada. Con el quinto, el del puyazo de Leiro, el torero de Cali optó por abreviar. Idea inteligente. Miguel Tendero le pegó al horrendo sobrero la estocada de la feria y, en la media altura, supo gobernar con tiento y limpieza los viajes cansinos del sexto como si lo llevara de un dogal. Muy sereno. Pero a ese sexto no le vio la muerte Tendero
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