Foto: Urdiales decepcionado. ( blog: Larga Cambiada, foto de Juan Miguel Sánchez Vigil)
MADRID, 1ª ANIVERSARIO. UNA MENOS
Mariano Aliaga / HIDROCÁLIDO
Pensaba, viendo la corrida de ayer, como hubiera sido la lidia si me trasladaran en el tiempo cien años atrás, y entonces, las imágenes se convirtieron en blanco y negro con rayas intermedias de película en celuloide antiguo, la plaza se volvió similar pero distinta, el público acudía alegre y sonriente a disfrutar de la fiesta, los hombres, sombrero en la cabeza, con cigarros puros humeantes y señoras, con tocados atrevidos, agitando con garbo su abanico de lujo. No me los imaginaba como ayer apresurados en el antes, serios y aburridos, durante y después.
Toro que salta a la arena como el primero de ayer, serio por delante, ancho y amplio de cuerna, remate por detrás. Alto y cuajado. Matador que con decisión se va de frente y se enfrenta para interpretar con garbo diversas suertes de capa antes y durante el tercio de varas con los aplausos y la algarabía de fondo. A todo lo que sucede en la cara del toro se le da importancia y sobre todo al toro. Muleta en la mano, la ambición le lleva a un enfrentamiento corto pero intenso en emoción. Sin derechazos ni naturales lentos y bajos. El valor se muestra y se evidencia, además el toro aguanta y aguanta en esa fase más preparatoria de suerte suprema que de parte fundamental en la lidia. Cada pase tiene esa importancia que da el enemigo y la disposición, riesgo, verdad. Sin toreo profundo pero si auténtico.
El grito del repartidor de bebidas me vuelve a la realidad y veo que tras unos intentos de lancear con el capote, Diego Urdiales pide intervención rápida de subalterno al auxilio. De acuerdo que los de encaste Atanasio no se dejan generalmente en el primer tercio, pero siempre hay salidas airosas, como antes. Quite de Rubén Pinar por chicuelinas con desplazamiento de la figura y se acabó el capote. Lástima. En la muleta el toro solo aguanta tres series que no transmiten porque faltó entrega y ambición. Faltó apretar los dientes, ajustarse el fajín, desabrocharse el corbatín y salir a por todas. Como antes. Y eso que el toro fue noble y mansote, sin peligro, pero con poca gasolina. Al contrario de los de antes. Trasteo de infinidad de pases sin fondo, al principio, con el vuelo del pico de la muleta y al final en el sitio con el animal deseando finalizar.
Ese fue el denominador común de la corrida. Los toros de Valdefresno, salvo matices, tuvieron un punto de mansedumbre y bastante nobleza, aunque justos de gas. Es decir, sirvieron lo justo, si no para triunfo importante si para que la terna hubiera logrado mejorar su imagen de cara al futuro. Pero faltó, sobre todo, ambición en la terna. No ganas, que seguro las tienen, sino decisión para dar ese paso más que marca las diferencias.
Todavia más larga fue la labor de Urdiales a su segundo, que siempre llevó la cara alta, ante el que no pudo evitar los enganchones.
Rubén Pinar realizó una faena al segundo que en otras plazas le hubiera supuesto algún trofeo, pero aquí no vale pegar pases y más pases desde afuera. En el quinto y último de sus actuaciones en Madrid, se puso de verdad cuando su enemigo no quería pelea y era demasiado tarde. La ambición debe llevar a intentarlo siempre.
Miguel Tendero, en el tercero pareció contagiarse de la primera actuación de su compañero Pinar, pasándose repetidas veces el toro, acompañando. Con el sexto, destacable de la corrida, no aderezó el soso guiso con la pimienta necesaria para que llegara el sabor al tendido.
Este año no se suman tardes, se restan. Queda una menos.
FICHA
1ª Aniversario. Tres cuartos.
6 Toros de Valdefresno
Diego Urdiales, silencio y silencio.
Rubén Pinar, silencio y silencio.
Miguel Tendero, silencio y silencio.
Mariano Aliaga / HIDROCÁLIDO
Pensaba, viendo la corrida de ayer, como hubiera sido la lidia si me trasladaran en el tiempo cien años atrás, y entonces, las imágenes se convirtieron en blanco y negro con rayas intermedias de película en celuloide antiguo, la plaza se volvió similar pero distinta, el público acudía alegre y sonriente a disfrutar de la fiesta, los hombres, sombrero en la cabeza, con cigarros puros humeantes y señoras, con tocados atrevidos, agitando con garbo su abanico de lujo. No me los imaginaba como ayer apresurados en el antes, serios y aburridos, durante y después.
Toro que salta a la arena como el primero de ayer, serio por delante, ancho y amplio de cuerna, remate por detrás. Alto y cuajado. Matador que con decisión se va de frente y se enfrenta para interpretar con garbo diversas suertes de capa antes y durante el tercio de varas con los aplausos y la algarabía de fondo. A todo lo que sucede en la cara del toro se le da importancia y sobre todo al toro. Muleta en la mano, la ambición le lleva a un enfrentamiento corto pero intenso en emoción. Sin derechazos ni naturales lentos y bajos. El valor se muestra y se evidencia, además el toro aguanta y aguanta en esa fase más preparatoria de suerte suprema que de parte fundamental en la lidia. Cada pase tiene esa importancia que da el enemigo y la disposición, riesgo, verdad. Sin toreo profundo pero si auténtico.
El grito del repartidor de bebidas me vuelve a la realidad y veo que tras unos intentos de lancear con el capote, Diego Urdiales pide intervención rápida de subalterno al auxilio. De acuerdo que los de encaste Atanasio no se dejan generalmente en el primer tercio, pero siempre hay salidas airosas, como antes. Quite de Rubén Pinar por chicuelinas con desplazamiento de la figura y se acabó el capote. Lástima. En la muleta el toro solo aguanta tres series que no transmiten porque faltó entrega y ambición. Faltó apretar los dientes, ajustarse el fajín, desabrocharse el corbatín y salir a por todas. Como antes. Y eso que el toro fue noble y mansote, sin peligro, pero con poca gasolina. Al contrario de los de antes. Trasteo de infinidad de pases sin fondo, al principio, con el vuelo del pico de la muleta y al final en el sitio con el animal deseando finalizar.
Ese fue el denominador común de la corrida. Los toros de Valdefresno, salvo matices, tuvieron un punto de mansedumbre y bastante nobleza, aunque justos de gas. Es decir, sirvieron lo justo, si no para triunfo importante si para que la terna hubiera logrado mejorar su imagen de cara al futuro. Pero faltó, sobre todo, ambición en la terna. No ganas, que seguro las tienen, sino decisión para dar ese paso más que marca las diferencias.
Todavia más larga fue la labor de Urdiales a su segundo, que siempre llevó la cara alta, ante el que no pudo evitar los enganchones.
Rubén Pinar realizó una faena al segundo que en otras plazas le hubiera supuesto algún trofeo, pero aquí no vale pegar pases y más pases desde afuera. En el quinto y último de sus actuaciones en Madrid, se puso de verdad cuando su enemigo no quería pelea y era demasiado tarde. La ambición debe llevar a intentarlo siempre.
Miguel Tendero, en el tercero pareció contagiarse de la primera actuación de su compañero Pinar, pasándose repetidas veces el toro, acompañando. Con el sexto, destacable de la corrida, no aderezó el soso guiso con la pimienta necesaria para que llegara el sabor al tendido.
Este año no se suman tardes, se restan. Queda una menos.
FICHA
1ª Aniversario. Tres cuartos.
6 Toros de Valdefresno
Diego Urdiales, silencio y silencio.
Rubén Pinar, silencio y silencio.
Miguel Tendero, silencio y silencio.
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