MADRID, 9ª de Feria.
Mariano Aliaga / HIDROCÁLIDO
Otra tarde más que no se almacenará en la memoria del disco duro de nuestro cerebro. Santa paciencia de los que llenaron tendidos a la llamada de un cartel atractivo a priori. Toros de Alcurrucén, de buenos recuerdos. Uceda Leal, eterna promesa. El Cid, figura lanzada con catapulta de Victorino Martín desde la plaza de Alcalá hasta toda la geografía. Miguel Tendero futuro creciente. Pero esta tarde no se debe olvidar porque ha marcado el puesto que cada uno ocupa, por ausencias y evidencias. Ausencias de ganas y evidencias de impotencias. Dividida en dos fases diversas. La primera, fundida por la invalidez de los cuatro toros que aparecieron por puerta de toriles, tres titulares y el primero bis de El Torreón con los que solo cabe agradecer la brevedad de Uceda y reprochar a sus compañeros de terna el largo castigo de aburrimiento en faenas eternas que no condujeron a nada más que al tedio.
En la segunda parte los toros al menos se mantuvieron en pie y fueron dignos de mejor trato por manos de sus matadores. El cuarto, aunque gazapón y con la cara arriba, incómodo, como el maldito viento que se reúne en el ruedo como si hubiera ahí aspiradora que atrajera todo el de la provincia, no tuvo peligro ni planteó dificultades insuperables para quien estuviera dispuesto a demostrar su valía. Toro exigente de mando y enseñanza, necesitando además la paciencia que el madrileño Uceda no tuvo. Acertó con los aceros, marca y sello de la casa. El quinto, tal vez el mejor de la tarde y el que peor le viene al estado actual de El Cid, tuvo largo recorrido humillando sobre todo por el pitón izquierdo, como aquellos que en otras tardes en manos del sevillano le cosieron a la gloria de la puerta grande. Pero ahora no. Y este público tiene vacío el depósito de la paciencia, agotados réditos de inversiones conseguidos con mucho sudor, ya olvidados. Que efímero es el éxito y que largo se debe hacer lo contrario. Continuamente le reprocharon su colocación, sin pasarle ni una. No consiguió ligar ninguna serie, corrigiendo continuamente su posición. Cuánto cuesta ponerse en el sitio cuando no existe confianza. Terrible cuerpo que no puede cuando, la cabeza quiere. Pero si la medicina es la práctica, bien merece El Cid un voto para esperar su resurrección. Dejó pinceladas en el capote y con la estocada al quinto,
El último de la tarde se frenó en los capotes, creando una sensación de peligro que le llevó a recibir tres fuertes puyazos con el consentimiento del palco. En la muleta acudió pronto metiendo la cara con calidad, lo que permitió a Tendero interpretar unos buenos derechazos en dos tandas de compás abierto y mano en la cintura. Pero tanto castigo en el caballo pasó factura y el toro se paró, por lo que queda agradecer, irónicamente, a los medidores de castigo necesario, que nos negaran la posibilidad de admirar durante más tiempo la calidad del toro y el toreo que seguramente hubiera desarrollado el joven diestro. Por más intentos aquello no remontó, para finalizar con media estocada arriba.
FICHA
9ª San Isidro. Lleno de “No hay billetes”
5 toros de Alcurrucén.
1 toro de El Torreón, sobrero (1º bis)
Uceda Leal, silencio y silencio.
El Cid, silencio y pitos.
Miguel Tendero, silencio y silencio
Mariano Aliaga / HIDROCÁLIDO
Otra tarde más que no se almacenará en la memoria del disco duro de nuestro cerebro. Santa paciencia de los que llenaron tendidos a la llamada de un cartel atractivo a priori. Toros de Alcurrucén, de buenos recuerdos. Uceda Leal, eterna promesa. El Cid, figura lanzada con catapulta de Victorino Martín desde la plaza de Alcalá hasta toda la geografía. Miguel Tendero futuro creciente. Pero esta tarde no se debe olvidar porque ha marcado el puesto que cada uno ocupa, por ausencias y evidencias. Ausencias de ganas y evidencias de impotencias. Dividida en dos fases diversas. La primera, fundida por la invalidez de los cuatro toros que aparecieron por puerta de toriles, tres titulares y el primero bis de El Torreón con los que solo cabe agradecer la brevedad de Uceda y reprochar a sus compañeros de terna el largo castigo de aburrimiento en faenas eternas que no condujeron a nada más que al tedio.
En la segunda parte los toros al menos se mantuvieron en pie y fueron dignos de mejor trato por manos de sus matadores. El cuarto, aunque gazapón y con la cara arriba, incómodo, como el maldito viento que se reúne en el ruedo como si hubiera ahí aspiradora que atrajera todo el de la provincia, no tuvo peligro ni planteó dificultades insuperables para quien estuviera dispuesto a demostrar su valía. Toro exigente de mando y enseñanza, necesitando además la paciencia que el madrileño Uceda no tuvo. Acertó con los aceros, marca y sello de la casa. El quinto, tal vez el mejor de la tarde y el que peor le viene al estado actual de El Cid, tuvo largo recorrido humillando sobre todo por el pitón izquierdo, como aquellos que en otras tardes en manos del sevillano le cosieron a la gloria de la puerta grande. Pero ahora no. Y este público tiene vacío el depósito de la paciencia, agotados réditos de inversiones conseguidos con mucho sudor, ya olvidados. Que efímero es el éxito y que largo se debe hacer lo contrario. Continuamente le reprocharon su colocación, sin pasarle ni una. No consiguió ligar ninguna serie, corrigiendo continuamente su posición. Cuánto cuesta ponerse en el sitio cuando no existe confianza. Terrible cuerpo que no puede cuando, la cabeza quiere. Pero si la medicina es la práctica, bien merece El Cid un voto para esperar su resurrección. Dejó pinceladas en el capote y con la estocada al quinto,
El último de la tarde se frenó en los capotes, creando una sensación de peligro que le llevó a recibir tres fuertes puyazos con el consentimiento del palco. En la muleta acudió pronto metiendo la cara con calidad, lo que permitió a Tendero interpretar unos buenos derechazos en dos tandas de compás abierto y mano en la cintura. Pero tanto castigo en el caballo pasó factura y el toro se paró, por lo que queda agradecer, irónicamente, a los medidores de castigo necesario, que nos negaran la posibilidad de admirar durante más tiempo la calidad del toro y el toreo que seguramente hubiera desarrollado el joven diestro. Por más intentos aquello no remontó, para finalizar con media estocada arriba.
FICHA
9ª San Isidro. Lleno de “No hay billetes”
5 toros de Alcurrucén.
1 toro de El Torreón, sobrero (1º bis)
Uceda Leal, silencio y silencio.
El Cid, silencio y pitos.
Miguel Tendero, silencio y silencio
1 comentario:
morante es grande
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